Estocolmo. Calidad de vida en el Norte de Europa

Jorge Fraguas
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Con en torno a un millón de habitantes, más de una docena de islas y más de 50 puentes, Estocolmo, la capital sueca, pasa por ser una de las ciudades con más encanto del Norte de Europa

Estocolmo. Calidad de vida en el Norte de Europa

Ciudad cosmopolita, abierta, moderna, activa, pero tranquila, y muy fría. Son algunas de las características que definen a una de las urbes más bonitas y con más encanto del Norte de Europa. Su historia más moderna no se concibe sin aludir a grandes de la música como Abba o Roxette o a uno de los últimos éxitos mundiales en materia de literatura, como la trilogía Millenium, de Stieg Larsson. Se trata de Estocolmo, la capital de Suecia, una ciudad con en torno a un millón de habitantes que puede presumir de contar con ciudadanos que parecen sacados de las revistas de moda.

Se asienta sobre más de una docena de islas y dispone de más de 50 puentes a lo largo de la ciudad. Esto permite que ante la salida de muchas calles se encuentre el mar, por lo que, aunque dispone de la isla de Gamla Stan, donde las casas se apretujan y las calles apenas cuentan con sólo unos metros de anchura, la sensación es de amplitud, de frescura, de aire libre.

Se hizo muy famosa hace unos años con la trilogía de Larsson (Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire) y son muchos los turistas que aprovechan su estancia en Estocolmo para fotografiarse ante la sede de la revista de Mikael Blomkvist o en las puertas del Seven Eleven donde Lisbeth Salander compraba su comida. Los diferentes escenarios de esta serie de libros que posteriormente se adaptaron al cine con notable éxito se encuentran en la isla  de Södermalm.

Esta isla era hasta hace apenas unas décadas un barrio obrero, pero en los últimos años se ha convertido en una de las zonas más bohemias de la ciudad y es en ella donde se pueden encontrar muchas diversidades culturales. Por ejemplo, la mezquita de la ciudad se encuentra en esta isla, donde además se dan cita numerosas plazas que cuentan con gran ambiente, cuando el tiempo lo permite.

Otra de las islas con más encanto de Estocolmo es Djurgården, un gran mega-jardín que puede ser el lugar perfecto para pasar una mañana, ya que cuenta con algunos de los museos más importantes de la ciudad, como el Vasa, donde se conserva un gran buque de guerra del siglo XVII rescatado del fondo del mar; Skansen, un museo al aire libre con antiguas casas de madera procedentes de todo el país; o el museo Nórdico. En esta zona, los vecinos de la ciudad se afanan por quitarse la camiseta y tirarse al sol, cuando lo hace, aunque para los españoles sea toda una osadía, porque puede que pese al sol, la temperatura no supere los 10 grados.

Otro de los atractivos turísticos de la ciudad es el Palacio Real, uno de los más grandes de Europa, aunque no es la residencia habitual de los reyes, que suelen estar en el Palacio de Drottningholm. Aparte de su arquitectura y su imponente tamaño, resulta curioso acudir a sus puertas los domingos por la mañana, cuando tiene lugar el cambio de la Guardia Real, todo un espectáculo para los sentidos en el que los guardias realizan sus pasos impertérritos, a pesar de que son cientos de personas las que se congregan a su alrededor.

Tampoco se puede dejar de ir en un viaje a Estocolmo a su Ayuntamiento. Se sitúa sobre la isla Kungsholmen y sus alrededores son un bonito sitio de paseo para los turistas y los propios ciudadanos. No en vano, es en uno de sus salones, el Azul, donde se celebra el banquete posterior a la entrega de los premios Nobel. No obstante, es su torre, de más de 100 metros de altura, la que se convierte en la protagonista del edificio.

Pero quizás la isla más bonita de todas con cuantas cuenta la ciudad sea la de Gamla Stan, porque pasearla es como estar dentro de un cuento. Al estilo de las calles de ciudades como Toledo, su encanto reside en el colorido de sus fachadas, tan típico en los países del Norte. Es la isla más antigua y fue en ella donde Estocolmo echó a andar. Es pequeña, se visita en apenas unas pocas horas, pero en ella se encuentran algunas de las calles más singulares de la capital sueca, como la calle Marten Trotzigs Grand, que tiene menos de un metro de ancho.

Es, sin duda, el gran atractivo turístico de la capital, donde se concentran la mayor parte de restaurantes y tiendas de souvenirs, cantidad de artículos donde la protagonista es la corona, porque en Estocolmo hay verdadero amor por sus reyes. Entre otros edificios se encuentran el Museo Nobel, el Museo de Correos y la Oficina Numismática Real albergada en el Museo Nacional de Economía.  Su origen se remonta al siglo XIII y en esta isla se encuentra la catedral, nada que ver, desde el punto de vista arquitectónico y decorativo con otras europeas y, por supuesto españolas, pero dispone de una gran escultura de San Jorge que merece la pena ver.

Su plaza mayor, Stortorget, es el centro del casco antiguo y está situada cerca de las principales atracciones existentes en la isla. Aunque también, pese a su colorido, tiene su parte oscura, ya que fue escenario de un hecho histórico, conocido como ‘el baño de sangre de Estocolmo’. Cuando Kristian II de Dinamarca fue coronado en la catedral, las festividades se interrumpieron bruscamente con la ejecución de casi un centenar de personas por motivos políticos; durante tres días las cabezas de los condenados rodaron por el suelo barroso de la plaza, tiñéndose de sangre las calles adyacente.

Es una ciudad que da mucho de sí, un escenario que parece más bien una pasarela por la belleza de sus habitantes, pues aunque parece un tópico, la gente de Estocolmo es guapa y con estilo. Los chicos destacan por su elegancia, mientras que las chicas tiene un look más bohemio y utilizan combinaciones que, a priori, pueden parecer extravagantes pero que sobre sus cuerpos se convierten en outfits sacados de revista.

Una de las mejores épocas para visitar la ciudad es el verano, ya que incluso en primavera las temperaturas resultan un tanto frías para los europeos del Sur, aunque durante todo el año mantiene sus encantos intactos, porque en invierno el paisaje se torna en blanco y si bien menos transitable, no deja de ser un impacto para los sentidos.

Estocolmo tiene mucha vida, pero, a la vez, es tranquilo andar por sus calles, por su paseos con el mar de fondo. El olor de sus calles resulta quizás demasiado especiado, trasladando al visitante a países que poco tienen que ver con el Norte, pero hay variedad para todos los gustos. Eso sí, tomarse unas cervezas implica para el turista haber tenido que comer en puestos de la calle porque el precio de las bebidas alcohólicas es un tanto prohibitivo. Una ciudad que, como tantas otras, merece la pena. Sólo te separan tres horas y media de vuelo.