La primera impresión es la que vale

ANTONIO PÉREZ HENARES
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El mensaje navideño alcanza cotas de audiencia que no se producían desde 2008, superando los 8,2 millones de espectadores

La primera impresión es la que vale - Foto: POOL

La primera impresión inmediatamente después de concluir el discurso de Don Felipe fue buena. Con nota. No exenta de un cierto orgullo ante un Rey que se designa de raíz e inicio, como hizo en su proclamación por las Cortes, constitucional y a la Constitución y sus leyes sometido, y que destaca su vigencia y frutos, como siguió reivindicando esta Nochebuena. Fue, además, una impresión compartida por quienes, no trufados por la política y el periodismo, compartían conmigo la cena.
 Luego ya vino Twitter y las redes de la pedrada y el escupitajo, pues es más bien un campo de apedreamiento y gargajo en lo que se han convertido ciertos lugares donde los extremos, las cuadrillas de la porra y el insulto como medida de todas las cosas, campean a sus anchas y a sus largas. Allí me encontré una sorpresa. No pocos, para lo que suele ser el territorio, defensores del mensaje en fondo y forma y la curiosidad cada menos casualidad, del hermanamiento y sintonía, aunque fuera partiendo de extremos contrapuestos, de los ultras de uno y otro costado a los que se unen los más rabiosos separatistas. 
 Todos ellos, los detractores de diversos signos, muy de acuerdo en señalar la porquería del discurso. Los unos porque no había sacado la bandera, el belén y no sé si el retrato de los Reyes Católicos en vez del de su esposa, la Reina Letizia, pese a quien pese Reina, y de sus hijas y Herederas. Estos mismos, o sus primos, señalaban que había sido muy condescendiente con Mas y los secesionistas y publicaban fotos a su lado en su reciente visita a Cataluña. Por  otra parte, estos y sus correligionarios, le acusaban de no reconocer su derecho a robarnos a todos los demás el derecho a decidir, tanto en Cataluña como en el País Vasco y me imagino que en Canarias y en mi pueblo, Bujalaro, que alguno habrá que lo reclame. Siempre hay uno, hasta en la Alcarria. 
Por último, los que se mueven en aguas podemitas o de IU y otras gauches variopintas no se cansaban de decir que era como su padre, que nada y que referéndum y república y que lo demás son agotadas y rancias borbonadas. El menos agresivo fue, y no es extraño, el mismísimo Pablo Iglesias, que hasta concedía similitudes de diagnóstico y el más ácido y despreciativo, el caduco Cayo Lara.
 Viendo, leyendo y luego oyendo el revoltijo, pensé si yo había visto y escuchado otra cosa. Pero no. Yo sí había visto la bandera, cierto que en un costado y el belén, humilde, también estaba, justo al lado de la foto de Don Juan Carlos y Doña Sofía, sus padres y que tras las palabras cerró la pieza la enseña nacional ondeando al viento junto al pendón real, rojo carmesí por cierto. Pero estaba claro que algunos querían que se hubiera envuelto en ella. O casi. Y por eso, el continente, la escena, la tramoya, por haber elegido un rincón sencillo es por lo que parece que le han venido, parece que de los que se consideran a sí mismos el macizo de la raza y la esencia de la Monarquía, las más duras descalificaciones. Yo, lamento decirlo, les di importancia justa, que alguna tiene, por supuesto, pero me quedo más con los contenidos y con su propio gesto y manera de decir las cosas. Y en esto último me parece que no es muy arriesgado decir que hemos ganado bastante, en dicción, naturalidad y claridad vocal. Al menos, me reconocerán eso. Sin entrar en otros aspectos de cercanía, transmisión y empatía. Que creo que también. Pero bueno.
 Y voy a lo mollar. Después de todo, pasadas ya horas y días y oídas, lecturas y decires, resulta que me sigo quedando con mi impresión primera y que ésta se refuerza. Y lo apuntalan las cifras. El mensaje navideño ha vuelto a cotas de audiencia que no se producían desde el 2008, superando los 8,2 millones y alcanzado un 73,4 por ciento de audiencia televisiva. Pero hay más, mientras que políticos y opinadores andaban sacando puntas y hieles, a las gentes de a pie, en un altísimo porcentaje parece haberles llegado y gustado.
 
PAPEL DE REFERENCIA. El Rey Felipe reina, pero no gobierna, aunque algunos, otro extremo casi, le exigen que se ponga a hacerlo, y su papel es de referencia y anclaje. En su primer discurso navideño atendió a ello y lo hizo con notable. Primero con la corrupción, que le ha salpicado la propia casa y donde no hacia falta nombrar a nadie para señalar tanto lo general como lo que le afecta: «Cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción». ¿Quién no lo suscribe? Otra cosa es que se lo apliquen quienes deben. Y señalar que la Justicia, el sistema está actuando y depurando. Hasta lo saben su cuñado y su hermana. Que sí, que hay que decirlo, que lo está haciendo. Con las dificultades que sea, pero haciéndolo. Hay mucho intocable que se lo creía pasando la Navidad en el talego. Y lo que te rondaré para el año que viene.
 Fue muy inteligente su mensaje a los catalanes. Eso ha escocido a los separatistas, que han buscado vericuetos para decir que se les reconocía el problema. Pues claro, porque existe. Ellos lo han creado. Pero lo que hizo Don Felipe no fue dirigirse a Mas ni a su tropa. A quien se dirigía era a los catalanes y a todos los españoles. Para ellos y a ellos eran sus reflexiones y palabras. Cargadas de sentido común y de sentimiento positivo. Contrastadas al odio y a azuzarlo. Y para nada con genuflexas rendiciones, porque aquí volvió a dejar claro que el marco es lo votado, acordado y ratificado por todos, y que tantos y largos frutos ha dado, nuestras, leyes, nuestra convivencia, nuestras libertades, nuestra Constitución en suma.
 Economía y paro, que es cara y cruz de una misma moneda, el otro tema de la charla ha servido para que Gobierno y oposición puedan arrimar ascuas a su propia sardina. Y a unos les falta la candela y a los otros el pescado. Al PP, reconocido que han dado la vuelta a las cifras, los macros y hasta cierto micro, hasta que no alumbre el trabajo y que este no de mayor calor en los hogares no pasa la prueba del nueve por mucho que el PIB suba y la prima baje. Y al PSOE, que reconociendo que hay penurias, no hacerlo ellos con lo que se ha enderezado, despachar todo como tiempo perdido y no querer ni acordarse de sus pecados que nos dejaron en la sima, es seguir sin peces, sin redes y sin fondo marino. 
 Corrupción, Cataluña y Crisis, fueron las tres C de un discurso donde la palabra más pronunciada, como no podía ser de otra manera, fue España, aunque de ser cualquier político al uso y abuso, hubiera sido «este país». No hubo para más temas ni para un trazo ni un apunte. Ni un recuerdo. Y yo uno si eché en falta y es mi crítica: A las víctimas del terrorismo. A esas sillas que seguirán en Navidad vacías ya para siempre en tantos cientos de casas y familias.