«Si hay amianto dentro de mi casa, yo me voy de alquiler»

Justo Monroy
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Hay más casos similares, pero Rafael García cuenta el suyo: va a poner medidores en su vivienda, y como haya una fibra de amianto, se marchará. «Sabiendo lo que provoca el amianto, sabiendo lo que hay y la distancia a mi casa, cada vez que alguien me dice que no me alarme es casi un insulto a la inteligencia, sobre todo porque somos padres y no queremos que respiren eso nuestros hijos, ¿cómo no nos vamos a alarmar?», argumenta. Recuerda que cada vez que la Junta ha medido la presencia de amianto en el Polígono ha dado positivo. Pero «fueron dos medidas puntuales, que se hicieron porque los pidió la Fiscalía, pero ahora mismo no hay un control sobre qué estamos respirando».

Esta falta de un control continuo y de información por parte de las administraciones ha provocado intranquilidad de los vecinos y que se hayan juntado en la Plataforma Mi Barrio sin Amianto. A partir de ahí, tanto la Plataforma ciudadana como el Club Social El Mirador han tomado la determinación de medir por su cuenta los niveles de amianto.

«Vamos a medir y a tomar decisiones, yo personalmente voy a medir dentro y fuera de mi casa, me voy a gastar el dinero, y si hay amianto dentro de mi casa, me voy de alquiler a otro sitio», advierte Rafael. Lo tiene claro, porque el amianto es cancerígeno, y le puede afectar a su familia. «¿Qué le explico yo mañana a mi hijo si mañana tienen un cáncer? ¿Les digo que vivíamos a trescientos metros de un vertido de amianto y nos quedamos allí porque no supimos hacer nada, porque esperábamos una solución y porque había una piscina muy chula?», explica.

Este vecino se muestra sumamente preocupado porque «esto ya ha pasado en otros sitios». Se refiere a Casale de Monferrato, la denominada ‘Chernóbil italiana del amianto’. Es, recuerda Rafael, un caso similar al de Toledo. Allí hubo una fábrica de amianto, que terminó por cerrar. Al hacerlo, se quedó el material por todo el pueblo. Allí han muerto mil ochocientas personas no vinculadas directamente a la factoría.

Tras enterarse de lo que ocurrió en Italia, a Rafael no se le quita de la cabeza que cuando preguntaban a los vecinos en el juicio el qué hicieron para remediar la situación, o por qué no se fueron, respondieron que no tenían información o esperaban que el problema es lo solucionara otro. Ahora no hay nadie muriendo en Toledo, pero el amianto no mata de inmediato, sino a los veinte o treinta años. En consecuencia, apunta Rafael García, «nosotros lo que no queremos es que nos pase como a Castell de Montferrato, porque sabemos que tenemos eso al lado, no lo está controlando nadie y nos piden que no nos alarmemos; pues yo mismo y sé que más gente también, nos estamos planteando irnos a otro sitio, no podemos vivir a trescientos metros de eso».