El siglo XVIII, más que Lorenzana

J. Monroy | TOLEDO
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Adolfo de Mingo abre el ciclo 'Toledo en la Arquitectura y en las Artes Plástica' con una conferencia en torno al siglo más olvidado, el XVIII, en el que destacó la actuación de Lorenzana, pero también hubo mucho más

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Tras siglos de esplendor y el inicio de una paulatina decrepitud, el siglo XVIII es quizás el más desconocido en cuanto a sus aportaciones arquitectónicas a Toledo. En la Biblioteca de Castilla-La Mancha acogió en la tarde de ayer la primera de las conferencias del ciclo ‘Toledo en la Arquitectura y en las Artes Plásticas (Siglos XVIII-XXI)’, organizado por esta institución y que transcurrirá entre octubre de 2015 y abril de 2016. La sesión corrió a cargo del historiador del arte y periodista Adolfo de Mingo Lorente, codirector del ciclo junto al también historiador y escritor Jesús Fuentes Lázaro.

«A pesar de ser una de las etapas menos frecuentadas por los historiadores de Toledo, el siglo XVIII destacó por una gran actividad artística. En el terreno de la arquitectura, fue el siglo del Transparente de la Catedral, de la Fábrica de Espadas y de la nueva Universidad; se abrió con una gran reforma del Ayuntamiento, obra de Teodoro Ardemans (1695-1703), y finalizó con la Puerta Llana de la Catedral (1800), del académico Ignacio Haan», afirmó de Mingo. Fue un siglo con aportaciones importantes, explicó, pero quizás poco estudiado por los historiadores. Destaca sobre todo la figura del cardenal Lorenzana, que hizo un gran esfuerzo por la recuperación urbana de la ciudad. Sin embargo, explicó el estudioso, este sólo llegó en el último cuarto del siglo. Antes hubo más actuaciones importantes, en un siglo que, al contrario de Madrid, que tuvo a  Carlos III como gran promotor, en Toledo siguieron mandando la Catedral y el Arzobispado.

En escultura, explicó el estudioso y periodista, se ha conservado una buena colección de retablos barrocos, como el que preside el convento de San Antonio (Alfonso Fernández Cañaveral, 1732), así como la obra de Mariano Salvatierra, especialmente concentrada en la Catedral. Un ejemplo de la evolución escultórica a lo largo del siglo, añade, son los dos órganos del Coro catedralicio, en donde el barroquismo de Germán López Mejía (responsable de la caja del órgano de Liborna) se enfrenta al clasicismo academicista de Blas Cesáreo Martín (autor de las trazas para el órgano de Berdalonga).

«La pintura toledana del XVIII es el campo menos estudiado de forma integral», explica el historiador y periodista. «Hay abundantes investigaciones sobre los trabajos puntuales que realizaron en la segunda mitad del siglo artistas vinculados a la Real Academia de San Fernando, como los hermanos González Velázquez en el retablo mayor de los Jesuitas (1756), o Mariano Salvador Maella y Francisco Bayeu en el Claustro de la Catedral (1776)». Sin embargo, prosiguió, escasean los trabajos sobre los talleres locales y sobre el mercado artístico. «La primera mitad del siglo ha sido poco tratada, y de la segunda, aunque más conocida, faltan estudios que abarquen en su conjunto, por ejemplo, los lienzos de altar repartidos por iglesias como Santa Justa (Agustín Esteve), San Justo (Gregorio Ferro) y San Nicolás (Zacarías González Velázquez)».

La conferencia incluyó una breve reseña de los principales trabajos publicados sobre la historia del arte toledano del siglo XVIII, terreno en el que ha destacado especialmente Juan Nicolau Castro.

La de ayer fue la primera conferencia de un ciclo de seis charlas más una mesa redonda, que tratará de desarrollar el Toledo de la modernidad, que culmina en el siglo XX, desde el XVII. La próxima conferencia del ciclo está en el aire, tras el reciente fallecimiento de su conferenciante, José Pedro Muñoz Herrera, que iba a habar el 9 de noviembre sobre el siglo XIX.

Adolfo de Mingo Lorente (Madrid, 1979) estudió Historia del Arte en la Universidad Complutense y Periodismo en la Universidad Carlos III. Sus principales áreas como investigador son la historia de la arquitectura del siglo XVIII y las relaciones entre el cine y la historia del arte. Entre sus últimos trabajos destacan ‘El Greco en el cine’ (ed. Celya, 2013) y ‘El Greco (1952): El documental perdido de Antonio Navarro Linares’ (Fundación El Greco 2014, 2015).