La devoción de la cofradía más antigua

J. Monroy | TOLEDO
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El paseo del Carmen recupera por primera vez su carácter plenamente religioso tras la salida de los coches.

La devoción de la cofradía más antigua - Foto: David Pérez

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El tamborilero marcó a las once menos diez de la noche el comienzo de la procesión del Cristo de la Misericordia desde la parroquia de Santa Justa y Rufina. Detrás suyo, la pequeña imagen del Cristo de las Indulgencias flanqueada por faroles, y los encapuchados de la Cofradía de la Santa Caridad con la luz en la mano. La talla del Cristo de la Misericordia y Soledad de los Pobres es de pequeño tamaño, pero muy querida por sus devotos. Se trata de una imagen anónima de madera policromada de finales del siglo XIII o principios del XIV, es de las más antiguas que procesionan estos días por las calles de la ciudad.

- Foto: David Pérez Cofrades de ambos sexos portan al Crucificado sobre andas de madera sencilla, en cuyos laterales se puede leer las palabras Devs, Charitas y Est (Dios es Caridad). Visten hábito negro con capuz, con la cruz verde sobre el brazo izquierdo, medalla de la Cofradía en el cuello. El párroco de Santa Justa y Rufina, coadjutor de la Santa Caridad, llevaba sus mejores galas y sólo el alcalde de la ciudad, único concejal que acompañó a la procesión y hermano de la Cofradía, pudo  ir de paisano.

Unas cien personas salieron a la calle en esta procesión, que quizás no es de las más numerosas de la ciudad, pero sí muy impresionante por el silencio y la oscuridad que se va creando a su paso. Ha sido una de las novedades de los últimos años: a medida que la marcha avanza, el Ayuntamiento va cortando la iluminación de las calles. Así ocurrió en casi todo el recorrido, salvo Comercio y Zocodover, donde no se puedo hacer por problemas técnicos.

En la plaza, delante del Cristo de la Sangre, se reza un responso por los allí ajusticiados y enterrados por la Santa Caridad. Aquí es el antiquísimo Cristo de la Indulgencias el que preside la oración. Se trata de la imagen que llevaba la cofradía para pedir indulgencias para los que en su tiempo allí se ajusticiaba.

- Foto: David Pérez La bajada a oscuras por Santa Fe y la calle Cervantes es espectacular, plagada de un respetuoso público. El silencio sólo se rompe por el tambor que marca la marcha, y tan sólo los faroles de mano de los cofrades y la luna llena iluminan la estampa.

Ermita de la Caridad. Desde el final de Doce Cantos, la procesión penetra en el paseo del Carmen, que recupera durante unos minutos el carácter plenamente religioso que tuviera hace siglos. El Cristo de la Caridad tuvo su origen precisamente en la capilla hoy desaparecida del cementerio que esta cofradía tenía allí. La  Santa Caridad, fundada por Alfonso VI y todos los capitanes que lo acompañaban en 1085, presume de ser la más antigua de España y posiblemente una de las más antiguas de Europa. En su tiempo, tuvo allí su propio Campo Santo conocido como el Pradito de la Caridad.

Este Martes Santo es la primera vez que ha retornado a su pradillo de la Caridad, que era como entonces se conocía al paseo del Carmen, limpio de coches. La imagen llega hasta la lápida que recuerda su sede original. Allí le cantan el Kyrie Eleison y la cofradía da marcha atrás para salir por el mismo lugar.  De nuevo la imagen sube por Cervantes y la calle Unión, pasando por el túnel, hasta llegar a la calle de la Paz. Son las doce y media, y en Zocodover está esperando ya el Cristo de los Ángeles. En la plaza se produce el encuentro de cuatro figuras, como son los cristos de la Misericordia, de la Indulgencias, de los Ángeles y el de la Sangre, iluminado sobre lo alto del arco. Allí se produce un rezo por los cofrades caídos, antes del retorno a Santa Justa y Rufina.