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- Foto: Yolanda Redondo A la puerta de la iglesia los abrazos, los pésames y las muestras de dolor se hicieron explícitas, y la llegada del féretro con el cuerpo de Lorente señaló el paso a un espacio, ayer, reservado para el silencio. Compañeros de docencia, alumnos y amigos de fatigas políticas acompañaron a una familia destrozada por la pérdida.
No faltó el alcalde, Emiliano García-Page, que acudió al funeral con Rafael Perezagua, Jesús Nicolás, Milagros Tolón y Antonio Guijarro. También estuvo presente el que fuera responsable de la Cultura municipal en la anterior legislatura, Ángel Felpeto, y el que ostentó la dirección de la Sociedad Don Quijote de Conmemoraciones Culturales, José Domingo Delgado.
Quizá por ser fechas vacacionales, se notaron algunas ausencias de los sectores vinculados al patrimonio, a la arqueología, a la universidad y a la cultura, pero los que allí estuvieron recordaron a un hombre marcado por la política y por la educación.
De hecho, el oficiante del funeral relató algunos de los aspectos más destacables de quien fue «una persona abierta, comunicativa y abierta para hacer el bien». Sin olvidar que su huella también ha quedado en la «docencia y la investigación» y en los buenos «recuerdos que conservan sus alumnos»; quiso el sacerdote amigo rememorar lo que Enrique Lorente hizo por el patrimonio histórico artístico ayudando, afirmó, «a las monjas de muchos conventos».
Por haber estado vinculado a los movimientos juveniles apostólicos, el responsable de la homilía no dudó en destacar su «entrega y ánimo» en estos quehaceres y la diversión «que compartimos en los campamentos».
Y puesto que su esposa y sus dos hijos han sido los que han «desvivido por él en sus días de enfermedad», los presentes sintieron como propio el dolor de quienes escuchaban junto al féretro.
Así, y expresando en voz alta «las gracias por la vida de Enrique», la Coral Siliceo -a la que Lorente pertenecía- puso voz a la tristeza y los lamentos callados de los que le quisieron y le recordarán siempre «por su testimonio de vida como buen esposo y como buen padre».
Con esta ceremonia religiosa, la ciudad despidió a uno de sus políticos e investigadores acompañando el dolor de sus familiares y amigos.