El desafío del barro

Sergio Miguel
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Más de cinco mil participantes sobreviven a los exigentes obstáculos diseñados por el 'Mud Day' en Toledo

¿Hay mejor plan para una jornada de reflexión que reptar bajo alambradas electrificadas, meterse en barrizales, trepar muros interminables o sumergirse en piscinas de hielo? Pues sinceramente, viendo lo que ofrece el panorama político en los últimos tiempos, hasta los más cobardes preferirán someterse a esta pequeña tortura a releerse unos tristes programas electorales.

Al menos, el ‘Mud Day’ cumplió con lo que prometía a sus inscritos. Trece kilómetros de una gran dureza, obstáculos en los que el trabajo en equipo y la pericia le ganaron la partida a la fuerza bruta y diversión, mucha diversión, sazonada con kilos de barro.

La organización, a cargo de Unipublic, diseñó un trazado que hizo las delicias de los más de cinco mil participantes que acudieron con muchas ganas a la Quinta Mirabel. De hecho, desde el inicio, se les dejó claro a los asistentes que  se trataba de una prueba no competitiva y que había que encararla con el ánimo de disfrutar. Aunque seguro que algún calambrazo a traición no resultó precisamente agradable.

Los atletas fueron saliendo en grupos organizados y distribuidos por horas, para evitar aglomeraciones en una pista americana plagada de ‘perrerías’. Por ello, antes de darles la salida, los miembros de la organización se encargaron de juntarlos y animar su espera con un singular calentamiento.

Una vez dado el pistoletazo de salida, tocaba encarar una cuesta muy pronunciada que la mayoría recorrió con energía hasta la primera trampa. Nada menos que una alambrada de espino bajo la que los participantes pasaron reptando, teniendo su primer contacto con su mejor amigo en la jornada de ayer, el barro. Y es que, cuanto más cerca se estuviera de él, más lejos se estaba de los peligros y las descargas, como en el obstáculo denominado ‘Yusers Shots’.

No todo fueron electrocuciones y tierra mojada en el ‘Mud Day’, puesto que la prueba denominada como ‘Horror Tunnels’ fue la que muchos calificaron como la más agobiante de todas. No en vano, a nadie le hace gracia arrastrarse para atravesar un tubo subterráneo de quince metros que se estrecha.

Para los que prefieran trepar a reptar, la organización también dispuso pruebas en las que tocaba escalar o columpiarse. Así, para saltar los muros muchos realizaron un gran trabajo cooperativo, más útil en ocasiones que tirar de fuerza bruta, mientras que en las lianas el sentido del equilibrio resultó fundamental para no acabar en la charca.

Mojarse, eso sí, es inevitable en el ‘Mud Day’. Para aquellos, muy pocos, que esquivasen los chapuzones, había un par de paradas diseñadas para evitar que llegasen secos a la meta. Además de las piscinas de barro, se colocó una con agua gélida, en su sentido más estricto de la palabra. A los participantes les tocó bucear bajo bloques de hielo en un estanque capaz de cortar la circulación.

Al menos, esta tortura de trece kilómetros tenía al final sus recompensas. La primera de ellas, la satisfacción de haber superado pruebas preparadas para valientes. La segunda, medio litro de cerveza con sabor a gloria.