Derroche de ternura

Lola Morán
-

El Teatro Palenque acogió la noche del sábado la representación de la obra 'Olivia y Eugenio' de Herbert Morote con Concha Velasco y Hugo Aritmendiz

Tierna y humana. Así se puede definir la obra que se pudo disfrutar la noche del sábado en el Teatro Palenque: ‘Olivia y Eugenio’, protagonizada por Concha Velasco y Hugo Aritmendiz, quienes llegaron al corazón del público a través de la historia de sus dos personajes. Así lo hicieron saber los espectadores al término de la función, que dio comienzo minutos después de las nueve de la noche, y se prolongó hasta más tarde de las diez y media de la noche, con los dos actores sobre las tablas agradeciendo un prolongado aplauso. Es más, ambos quisieron después dirigirse al público para agradecerles su presencia y, en concreto, Hugo Aritmendiz, que interpreta en esta obra al hijo del personaje que da vida Concha Velasco, para dedicar esta función a todas las madres.

Hizo esta dedicatoria precisamente un día antes de celebrarse el Día de la Madre, figura de la familia que centra esta representación teatral y que cobra fuerza de la mano de una apasionada Concha Velasco en el papel de Olivia. Es ella quien lleva el mayor peso de la obra, en la que interpreta a una madre con un hijo con síndrome de Down, Eugenio. Tras conocer que padece un cáncer, Olivia toma una decisión sobre su destino y el de su hijo Eugenio. No quiere ser una carga ni que su hijo sufra las consecuencias de su pérdida, porque, como ella misma se pregunta, quién le va a querer como ella.

Es una de las muchas reflexiones que lanza en la noche donde se decidirá a dar el paso, en la que madre e hijo se ponen de gala para cenar, bailar, brindar... Es una velada en la que rememora su pasado, y por ese análisis de su vida pasa el recuerdo de su marido, ludópata y drogadicto  que murió de un infarto; de su hijo mayor, que ha tenido tres esposas; del momento del nacimiento de Eugenio. Es entonces cuando se sincera y cuando se atreve a decir: «Quitémonos las máscaras, nadie puede recibir con alegría una desgracia tan grande», sobre el momento en el que le comunicaron que el niño tenía síndrome de Down.

Reconoce además la vergüenza que sintió en ese momento por considerar que no era normal, para, a partir de esa reflexión, pasar a otra más profunda sobre lo que es normal y lo que no. Entran en el listado de comparaciones entre normal y anormal desde ultras radicales a conductores borrachos, pederastas, ladrones, asesinos, terroristas o corruptos.

Todo lo hace ante un tierno e inocente Eugenio que, en su ingenuidad, se asusta al escuchar algunos de los comentarios de su madre sobre la maldad que acometen algunos de los supuestos llamados ‘normales’.

Eugenio representa en esta historia el amor sin condiciones, la ternura infinita y el apoyo a una Olivia que se siente derrotada ante la enfermedad, y es quien puede llevar a cambiar de percepción a esta madre coraje, feliz de tenerle en su vida. Su inocencia pone la nota de color en la vida de su madre y abre un camino a la esperanza y a la felicidad. Su amor y bondad mandan al traste los planes funestos de Olivia en una noche que pasa a ser la primera de una nueva vida para ambos, en la que cumplir sus sueños y ser felices sin condiciones.

La relación entre Olivia y Eugenio es entrañable y cautivadora, y toca el corazón del espectador, que sale del teatro con una cálida sensación sobre el amor entre madre e hijo.