'Valió la pena'

F. J. R.
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>Licinio de la Fuente (1923-2015). Ministro de Trabajo durante el Franquismo y uno de los 'padres' de la Constitución, falleció el jueves a los 91 años

‘Valió la pena’. Así bautizó el toledano Licinio de la Fuente su libro de memorias. Un total de 310 páginas en las que trata de justificar la elección del título y que repasan las decisiones de un hombre forjado así mismo en dos etapas de la historia de España muy diferentes, el Franquismo y la Transición, en las que tuvo mucho protagonismo.

Oriundo de Noez (7 agosto de 1923), nació en el seno de una humilde familia de agricultores desde la que se alzó hasta completar mediante becas la carrera de Derecho y, de allí, a convertirse en abogado del Estado. Afiliado a Falange, su valía intelectual y política le sirvió para promocionar por los más altos cargos a los que un civil podía aspirar en el Gobierno de Franco: gobernador, director general y, finalmente, ministro; de Trabajo, concretamente.

Una carrera que remataría con una breve vicepresidencia del Gobierno, de 1974 a 1975, de la que dimitió por discrepancias con su presidente, Arias Navarro, derivadas de la aprobación de una ley de huelga que mermaba los derechos de los trabajadores.

Y es que, a pesar de estar encasillado por su pasado y militancia, Licinio de la Fuente trató siempre de cumplir con su trabajo independientemente del signo político.

De ahí también deriva la justificación del ‘Valió la pena’, puesto que las últimas 60 páginas de sus memorias las emplea para referirse a su participación en las acciones políticas acaecidas tras la muerte de Franco y que conllevaron la transición hacia un gobierno democrático.

Fueron muchas las voces que le acusaron de dinamitar el régimen para el que había trabajado, pero Licinio, alejado de toda polémica, se decantó por opción que pensaba más justa.

«Teníamos tal deseo de superar las discusiones que eso contribuyó a que los políticos lo hiciéramos lo mejor posible», afirmó Licinio en las páginas de La Tribuna en una entrevista publicada el 6 de diciembre de 2004. «Ahora se vive tan bien que la gente no valora lo que son realmente los enfrentamientos, así que, sin quererlo, se meten en ellos», razonaba en esas mismas páginas sobre todos los procesos constitucionales de los últimos años. Unos cambios que le dolían como ‘padre’ de la Carta Magna, toda vez que fue parlamentario por Alianza Popular (AP) durante la Legislatura Constituyente.

«Fue una época realmente emocionante para todos nosotros, llena de dudas y dificultades», decía Licinio, para apuntillar orgulloso que «conseguimos entre todos que reinara en España un espíritu de concordia». Quizás por eso, no encontró un título mejor para enmarcar su vida: Valió la pena.

Con todo, sus últimos años los pasó con una orden de detención internacional pesando sobre sus ancianos hombros. El 31 de octubre del 2014, la jueza argentina María de Servini, instructora de la causa penal contra el Franquismo iniciada por la Asociación Pro Derechos Humanos de España, y basándose en el Principio de justicia universal, envía una orden de detención internacional contra Licinio de la Fuente y otros dieciocho dirigentes de la dictadura franquista, solicitando su extradición con el objetivo de interrogarles. La magistrada imputaba a Licinio de la Fuente «el haber convalidado con su firma la sentencia de muerte de Salvador Puig Antich», ejecutado a garrote vil el 2 de marzo de 1974.

Nunca llegó a producirse su extradición a pesar de los requerimientos de la Interpol. El pasado 3 de febrero, el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco archivaba  la petición alegando que las asociaciones no tienen legitimación para solicitar la extradición.

Días más tarde, concretamente este pasado jueves 26 de febrero, Licinio de la Fuente fallecía al mediodía a los 91 años.

En su haber, al margen de las consideraciones ideológicas, toda una vía entregada a la política y un recuerdo muy vivo y presente en la ciudad de Toledo, el Hospital Nacional de Parapléjicos.

Cuarenta y un años después de su construcción, el único centro especializado en lesiones medulares de España se mantiene como el legado vivo de este toledano que no se olvidó de su tierra y, ante otras candidaturas como la de Segovia o Ávila, luchó para conseguir que una importante infraestructura sanitaria se asentara en Toledo.

El empuje de Licinio, sumado a lo económicos que salieron los terrenos en una zona muy lejana al crecimiento urbanístico de la ciudad en aquellos años, hicieron el resto para dejar una gran huella. Valió la pena.